En un teatrillo de calle en la ciudad santa de Ávila, muy santa, el señor pene pidió permiso para colocarse el condom, ese objeto tan cotidiano que evoca placer y también profilaxis, pero que sin embargo la iglesia católica sigue teniendo prohibido en el mundo entero. En el medio del teatro surgió cierta tensión, algunos abandonaban la sala, protegiendo a sus criaturas, otros no se atrevían a mirar al señor pene encapuchado cuando pasaba a su lado, y es que claro en sus escuelas católicas les enseñan que eso es pecado, cuando menos abortivo.